La población de Caldes de Malavella se vio involucrada, por las buenas o por las malas, en los grandes eventos bélicos de mediados del siglo XX: la Guerra Civil española, la Segunda Guerra Mundial y la inmediata posguerra. Tal y como se expresa en la primera guía turística de Caldes (1927), la población ofrecía una gran cantidad de camas y habitaciones, distribuidas en balnearios, fondas y una treintena de chalés, de distintas capacidades. Por eso el núcleo tuvo que acoger a grandes contingentes de personas refugiadas de procedencias diversas, tanto civiles como militares. Su presencia y la interactuación con los caldenses, reconocidos por su carácter hospitalario, generó todo tipo de relaciones personales y recuerdos que todavía hoy perduran.
Entre 1936 y 1939 las autoridades republicanas convirtieron algunos de los balnearios y de las casas acomodadas de Caldes en hospitales militares y puntos de acogida de refugiados. En aquel periodo, cuando la población era aproximadamente de unos 2.200 habitantes, se recibió hasta a 1.313 personas desplazadas. Los Balnearios Prats, Vichy y Soler se llenaron, sobre todo, de personas procedentes del norte de España, principalmente Cantabria, el País Vasco y Aragón. Poco después, el Balneario Vichy (finales de 1937) se inauguró como hospital de campaña para atender a los soldados heridos. El Balneario Soler se convirtió en centro de recuperación y el colegio de San José de Cluny en un centro para infecciosos.
En el año 1944 acogió a más de 1.000 marineros italianos, que habían estado bombardeados por la aviación alemana, una vez Italia había firmado el armisticio con los aliados. La administración franquista los distribuyó entre los Balnearios Vichy (497), Prats (195) y Soler (150), pero también fue necesario utilizar las fondas Ribot y Fabrellas, que disponían de 58 y 50 camas, respectivamente.
Finalizada la Segunda Guerra Mundial, el gobierno franquista acogió a una comunidad de cerca de 20.000 alemanes refugiados de todo el Estado español, la mayoría de los cuales habían trabajado para la Gestapo (policía política), la Sicherheitsdienst (servicio secreto), el Abwehr (espionaje militar) y en las diversas oficinas diplomáticas, dedicando buena parte de su tiempo a tareas de espionaje, contraespionaje y sabotaje a España, al servicio de los intereses del régimen nazi. Cerca de un centenar de alemanes permanecieron alojados en Caldes entre el otoño de 1944 y el de 1947. Algunos figuraban en las listas prioritarias de repatriación emitidas por los aliados, pero muy pocos fueron entregados. Algunos pudieron quedarse en sus ciudades de origen en España bajo la protección del régimen franquista mientras que otros pudieron desplazarse hasta Argentina y otros países de Sudamérica.